Nº 76 - Resucitad@

Siento tu mirada,
cálida y oprimida,
por extraños muros cerrada,
por inquebrantables luchas…
subyugada.
Escuálida, aberrante..
Casi dichosa de morir errante
por centenares de lugares
y poderosos otoños adversos,
que aún, pese al temor,
continúan sumergiendo este alma,
ávida de consuelo
y evasiva de amor.
Cierro los ojos…
Y sé que es cierto,
dos angelotes negros,
bellos y enormes,
hablan y te susurran
desde lo más íntimo de tu orbe,
no cejan en su empeño
pues claman por verte aparecer.
Bella y divina,
tal que una diva,
que discurre sensata,
con la cabeza y la mirada elevada,
con el alma a flote,
liberada,
escrupulosamente desenmascarada,
exenta de mortaja…
resucitada.
Y en el desespero por tu muerte,
cierro los ojos y siento,
siento tu mirada,
cálida, liberada,
por los hermosos ángeles elevada,
por la inquebrantable luz…
iluminada.
Preciosa, anhelante…
casi dichosa de morir errante,
por centenares de lugares
y poderosas experiencias recalcitrantes,
que ahora,
plena de emoción,
continúan sumergiendo este alma,
exaltada de coraje
y cautiva de amor.
Cierro los ojos y presiento,
presiento que el cautiverio ha muerto,
que la lucha ha cesado,
que el dolor se ha revelado.
Deseosa,
de morir a tu lado,
de recordar que lo nuestro,
sigue germinando,
dando sus frutos,
el corazón serenando.
Desnuda del luto,
vestida de gasa,
preciosa,
cual renacida mariposa.



Mensaje: Nada más apropiado para este estado que unas palabras de Jiddu Krishnamurti: Para el desarrollo total del Ser Humano, se vuelve indispensable la soledad, como un medio de cultivar la sensibilidad. Uno tiene que saber lo que es estar solo, lo que es meditar, lo que es morir; y las implicaciones de la soledad, de la meditación, de la muerte, sólo pueden ser conocidas si uno las anhela. Estas implicaciones no pueden ser enseñadas, tienen que ser aprendidas.