Nº 75 - A propósito del duende y mis hadas

Era ácido
el hedor de la encina,
que ocultaba
la henchida casa,
habitada
por un fastidioso duende,
que blandía
una hermosa espada.
Y eran pretéritos
los enemigos,
los que jugaban histéricos,
con el corazón
oprimido,
de vanidoso y altivo.
Y fue…
gracias al duende,
como me icé
grande y fuerte,
sin necesidad
de más muerte,
sepultando
a mi enemigo.
Esa era Yo.
Quien tornó
de ácido a dulce,
el aroma de la encina
y permitió a las hadas
por fin
abrir las ventanas.
Esa casa de mis hadas,
que con mágicas varitas,
deseosas de luz y color,
renovaron
cuerpo y fachada.
Me crucé
con una de ellas,
vi luces de colores
en su cara,
rastro
de polvo estelar
en su azulada
mirada.
Un reflejo
de las alas,
se imprimió
en el claro espejo.
Allí pude ver al duende,
abandonando para siempre,
la fría y dañina espada.
Gracias duende,
gracias hadas…



Mensaje: El enemigo no está fuera, sino dentro. Y ese no es otro que tu mism@. Enséñale a ese aspecto belicoso de ti, que no hay más motivo para seguir en la batalla, pues no existen vencedores ni vencidos. Encuentra la varita mágica, todos la tenemos. Cuando el ojo no está bloqueado, el resultado es la visión. Cuando la mente no está bloqueada, el resultado es la sabiduría y cuando el espíritu no está bloqueado, el resultado es el amor.