Nº 72 - Crujidos

Crujió…
la fusta de mi ventana,
esa puerta…
otrora oxidada,
que por fin conseguí abrir.
Crujieron también,
las ruedas reventadas,
de ese coche desvencijado,
que blandiendo…
al fin arrancó.
Crujió la calma,
crujió el silencio,
hasta toda mi alma,
se alertó, cuando crujió.
Fue en ese preciso instante,
cuando al ponerme en marcha,
soltando todas las armas,
mi impaciencia voló.
Se esfumó,
crujiendo de vieja y caduca,
entre miradas perplejas,
que poco acostumbradas,
sólo sabían decir no.
Restauré,
los lacerantes crujidos,
elevé atónita todos los sentidos,
y al acariciarte…
soñé…
Con mi vestido renovado,
planchado y perfumado,
emprendí mi camino,
saboreando…
paso a paso,
todo aquello que el destino
moldeó para mí.
Me alarmé,
de nuevo escuché un crujido,
ese recuerdo perecido,
ahora ya desconocido,
separado y ajeno a mí.
Comprobé…
eran mis zapatos,
Impolutos y enamorados,
que oportunos,
sólo…
me quisieron advertir.
Crujían de nuevos,
de bellos y adaptados,
de alegres y desenfadados,
dispuestos a explorar…
éste…
nuestro mundo sin fin.
Y así, crujido tras crujido,
atenta a todos los sonidos,
abierta a los mensajes,
de esos…
los divinos crujidos
me alimenté y crecí.




Mensaje: Elevar nuestra conciencia, es proporcional a fallecer como aquello que éramos y eso provoca que podamos sentir un vacío de identidad. Si la sensación persiste y ya no estás a gusto con tu nombre, renuévatelo. Cambia tu aspecto. Arriésgate. Sé osado. No tienes nada de qué avergonzarte.